Rotos los diques de los ríos, las aguas, impetuosas y apacibles, han inundado la ciudadela buscando el mar ancho. O, dicho en términos políticos, “los cambios orgánicos que ha experimentado la economía han desatado una crítica histórico-social que apunta a las grandes agrupaciones de poder y no solo a las personas inmediatamente responsables” de la crisis. “Was tun?”. Ya lo ha dicho Miquel Roca: “Necesitamos liderazgo, proyecto y hoja de ruta”.
El liderazgo, hoy por hoy, lo pone Artur Mas, de Convergència i Unió, que detenta el poder político en Cataluña, y que es quien, si como dice, debe obedecer el mandato del “pueblo catalán”, tendrá que plantear con toda seriedad - nada de faroles- la cuestión de la independencia a Mariano Rajoy, del Partido Popular, que es quien detenta el poder en España, el “ viejo país ineficiente”.
La hoja de ruta indica varios pasos, todos complejos. El primer paso es informar a los dirigentes del estado que los de Cataluña van a convocar un referéndum por la independencia. Entonces pueden pasar dos cosas: que aquellos lo acepten o que no. Si es que no, la derecha catalana representada en la Generalitat por CiU cosechará nuevos agravios que, a su debido tiempo, instrumentará para repetir “el cicle de trampes i d’enganys que asegura la supervivència d’aquest mediocre sistema de mitges llibertats en que vivim actualment els catalans”, en palabras de Josep Fontana . Si es que sí, se procederá al referéndum de independencia. También aquí pueden pasar dos cosas: si gana el no, la derecha oficial catalana deberá dejar el gobierno y sufrir las consecuencias del “xoc entre l’eufòria de l’encisament i la contemplació de l’esquifida realitat”; si gana el sí, CiU tendrá que negociar con el PP las condiciones de la secesión. La primera que pondrá el PP, constitución en mano, será convocar, a su vez, un referéndum en el resto de España planteando la secesión de Cataluña. Pueden pasar dos cosas: que los españoles la acepten o que no. Si es que no, CiU deberá abandonar el gobierno catalán condenando a sus generaciones a cien años de soledad, por lo que ya no tendrán “una segunda oportunidad sobre la tierra”. Pero si los españoles dicen que sí, entonces CiU deberá instrumentar con el PP los pasos de la secesión. En ese momento, el gobierno catalán podrá proclamar la Independència de Catalunya . Entonces se pueden hacer dos cosas: pedir el ingreso en la Unión Europea o no. Si se decide por lo primero (“Catalunya nou estat d[e]’Europa”), también pueden pasar dos cosas: que se acepte la integración del nuevo estado en la UE o que España, Francia, Alemania, Gran Bretaña y Bélgica, que forman parte de la Capintern dirigida por el FMI, el BCE, el Deutsche Bank, Goldman Sachs y otros bancos de los banqueros, voten en contra y el nuevo estado catalán no sea admitido.
En cuanto al proyecto –o, mejor dicho, a los proyectos sociales- lo que cuenta es la voluntad de los catalanes, que deben poder expresarla libremente tras reflexionar sobre todas las opciones. Por esa razón el referéndum de independencia no puede contener solo una propuesta bipolar: “sí” o “no”, al estilo de los referéndums franquistas o del que Gran Bretaña quiere imponer a Escocia. Junto a la lógica pregunta de “vol la independència de Catalunya?” habrá que razonar para qué, es decir, la necesidad de la independencia para llevar a cabo un proyecto, como dice Roca. Por esa razón, es de sentido común que CiU no puede liderar en solitario el referéndum, porque ya tiene un proyecto social sobradamente conocido. Los catalanes hemos de saber antes de votar, qué otros proyectos sociales alternativos están a nuestra disposición, porque, como ha dicho Josep Ramoneda “el independentismo ofrece algo que hoy nadie da: la construcción de un futuro distinto”.
Si a los catalanes se nos propone ingresar en la UE, debemos saber que eso obliga a aceptar las reglas del club, es decir, sus firmes premisas políticas, económicas y sociales: el nuevo estado catalán formará parte de un modelo político atrincherado en una democracia demediada, seguirá integrado en un sistema económico basado en el modelo especulativo y depredador del capitalismo realmente existente y dependerá aún más del poder de las elites económicas (europeas y extraeuropeas) que están micromizando el papel social del estado en los países miembros de la Unión y ensanchando aún más “the great divide”. Este es, seguramente, un escenario que se ajusta a las aspiraciones de los dirigentes de CiU, de los representantes del PP y del PSOE en Cataluña, de Esquerra Republicana, de Ciutadans y del resto de los dirigentes de las opciones conservadoras en Cataluña.
Sin embargo, también es posible que los catalanes en Europa --“muy lejos de Rusia y de Detroit”-- tengamos ante nosotros lo que Vicens Vives llamaba “una contingència meravellosa” , que es lo que a mí me parece la posibilidad de construir una sociedad distinta de la europea actual, más justa, más igualitaria, más humana, cimentada en gran parte en algunos de los rasgos que nos definen históricamente: la hibridación, el cooperativismo, el colectivismo, el sindicalismo, la agrupación local, la asamblea cívica, en resumen los viejos lazos comunitarios. Desde esos fundamentos, se podría construir un estado fuerte, una República dels Catalans, los miembros de cuyo Govern, Parlament y Consell de Greuges, fueran votados en elecciones libres, directas y nominales, por todos los catalanes sin distinción de género, condición sexual, etnia, procedencia o naturaleza. Esas instituciones de elección directa, y de control cruzado, habrían de asegurar a los catalanes una renta mínima vitalicia que cubra las necesidades de alimentación, vestido y techo de toda la población, natural o inmigrada, trabajadora, desempleada o jubilada; una enseñanza universal y gratuita desde la llar d’infants hasta el doctorado universitario, porque la educación pública incrementa el sentimiento de solidaridad, comunidad y apoyo mutuo; una sanidad universal desde la cuna hasta la incineradora; una protección universal al derecho de recibir asistencia física o psicológica y a la tarea de terminar con el gaspillage ecológico propio del capitalismo realmente existente; una defensa a ultranza de la cultura, el pensamiento, la reflexión y la crítica en los medios de comunicación; una exaltación del ocio creativo unida a la proscripción del trabajo embrutecedor y a la acción republicana en favor de que los trabajadores “se apropien de sus puestos de trabajo y participen en la propiedad y dirección de las empresas, lo que permitirá eliminar las Bolsas y los consejos de administración. Por otra parte, no parece que, en tales condiciones, los trabajadores quieran enviarse a sí mismos a China para reducir costes laborales, o pagar millones de euros en bonos a altos ejecutivos o contaminar el medio ambiente junto a su puesto de trabajo” (Richard Wolff). Si partimos del PIB que en estos momentos generamos los catalanes, todas estas propuestas civilizatorias se pueden financiar con holgura, por medio de los recursos económicos que, en parte, se obtendrán del repudio de la “deuda injusta” contraída cuando formábamos parte del estado español y de la UE; en parte, de la ausencia de gastos correspondientes a unas fuerzas armadas que no vamos a necesitar al constituirnos en una sociedad pacífica, abierta y solidaria con el resto de la humanidad; en otra parte, de la inexistencia de gastos de una casa real que no necesita un Principado caracterizado por no haber tenido nunca ningún príncipe; en otra parte, de la proclamación de la República dels Catalans como estado agnóstico, que acepta la práctica de todas las religiones en estricta privacidad, pero que no financia a ninguna en particular; en otra parte por la desaparición de la “casta extractiva” de los actuales políticos profesionales, sus aparatos y sus vínculos con la corrupción; y en buena parte por el control y apropiación para la República, desde una Taula de Canvi Catalana, de los excedentes no productivos ni reinvertidos de las entidades bancarias, caixes, multinacionales, grandes corporaciones y macroempresas, grandes patrimonios y herencias .
Si los catalanes hacemos caso a Bob Marley –“Emancipate yourself from mental slavery”- podremos mostrar no solo a España y a Europa, sino al mundo cómo la especie humana puede avanzar en su evolución por medio de un “salto gouldiano” si se esfuerza, “con la fe de quienes no temen desfallecimientos ni incomprensiones, de los que ante una obra de largo alcance se disponen a realizarla con una contribución personal e irrecompensable, hora a hora, día a día”, en la construcción de un modelo de sociedad que conduzca, con el tiempo, a la libertad y la igualdad. Entonces los catalanes podremos llamarnos, con orgullo, seres humanos. Ese será nuestro último, definitivo y glorioso bon cop de falç.