pasado presente editores blogComo es bien sabido, Δx Δp ≥ h⁄2 ¡Ah! ¿Que no lo saben? Pues a ver cómo hago yo ahora para contarles lo del bosón de Higgs. Iba yo a los Sanfermines cuando la televisión pública, en un derroche de virtuosismo científico, dedicó no menos de un minuto a anunciar que “se había descubierto la partícula de Dios”; sí, sí: la partícula de Dios decían una y otra vez como haciéndole guiños a monseñor Rouco Varela. Además, la semana pasada, El Roto publicaba un dibujo en el que unas manos sacerdotales elevaban una hostia con la inscripción “el bosón de Higgs”. Como soy un gran admirador de El Roto le diré desde aquí – y de paso a monseñor- que lo de la partícula de Dios, frase acuñada por el premio Nobel Leon Lederman, respondía solo a presiones de su timorato editor. Él quería llamarla “la partícula de los cojones”.

Y con razón. Verán: Cuando allá por el siglo XX los físicos quisieron poner negro sobre blanco lo que tenían de más parecido a una visión unificada de la naturaleza (una teoría final) se acordaron de las partículas elementales y sus interacciones mutuas y a eso le llamaron el modelo estándar. Y se pusieron a hacer ecuaciones , pero no daban. Solo les salían las cuentas si les metían por medio el cálculo de un campo (que no habían podido establecer empíricamente) y de un bosón (que nunca habían hallado) que transmitieran masa a otras partículas. Entonces sí que cuadraba la cuenta. Al invento le pusieron el nombre del pícaro que tuvo la ocurrencia y los científicos se sentaron durante cincuenta años, cruzando los dedos para no hacer el ridículo con “la partícula de los cojones”. Y en estas llegó el bosón y mandó a parar. Ahora los físicos ya pueden presumir de ecuaciones que no llevan a resultados infinitos o incluso negativos, el modelo estándar ya no desbarra matemáticamente porque el campo de Higgs y su emisor, el bosón, prestan a otras partículas las masas que les faltaban. Todo eso –y algunas otras cosillas tan fáciles de entender que me las salto pero que encontrarán maravillosamente explicadas en el libro de David Jou INTRODUCCIÓN AL MUNDO CUÁNTICO, publicado hace un par de meses por esta editorial - certifica la ruptura de una simetría que, de no haberse producido, no estaría yo escribiendo este blog ni ustedes –mis caritativos lectores- me estarían leyendo.

Porque sin la ruptura de la simetría el Universo no contendría materia, sino solo luz y gravitación. Me explico: la materia y la antimateria, las partículas y las antipartículas se destruyen entre ellas y no dejan más que radiación. Hace ya algún tiempo el Universo se puso a descartar parejas de esas como en el juego de la mona y como en él quedó una carta impar. Por cada diez millones de antiprotones, había diez millones de protones … y un protón suelto, o sea la mona. Y por eso estamos aquí. Los fenómenos cósmicos de los primeros segundos del Universo están profundamente relacionados con las partículas elementales y sus interacciones, que siguen danzando como lo hicieron hace unos 14.000 millones de años justamente una diez mil millonésima de segundo después del big bang, cuando la temperatura del Universo cayó hasta unos pocos miles de millones de grados (10 15 grados Kelvin). Entonces apareció “la partícula de los cojones” y rompió la simetría entre la fuerza nuclear débil y la fuerza electromagnética. Aquella pequeñísima ruptura de simetría fue suficiente para que el Universo contuviera materia. Una pena.

Lo que yo quería decir con todo esto es que, en vez de hacer analogías teológicas con la sutil complejidad conceptual de la mecánica cuántica, el campo de Higgs y su bosón se entienden muy bien –creo yo- con la siguiente comparanza:

El modelo estándar viene a ser el actual estado español. Las partículas elementales (hombres y mujeres) se clasifican en leptones, que somos todos los ciudadanos de a pie, y en hadrones, que todos sabemos quiénes son. Cada partícula se caracteriza por su masa (los ingresos: muy densa en los hadrones y muy ligera en los leptones); su carga eléctrica (los impuestos: muy baja en los hadrones y universal y alta en los leptones); su espín (las interacciones sociales: dextrógiro en los hadrones, sinistrógiro en los leptones); y su extrañeza (los gobernantes: sólo se manifiesta en los leptones). Los leptones pueden ser electrones, de carga negativa (jubilados y desempleados), muones (los trabajadores en precario, que son prácticamente todos), tauones (los estudiantes sin futuro laboral) y tres neutrinos, que apenas tienen masa (los sindicatos, la izquierda plural y las agrupaciones cívicas de protesta). Los hadrones, por su parte, se pueden dividir en bariones y mesones (según su patrimonio y liquidez). Los más cargados, los bariones, se componen de protones cargados positivamente (la patronal) y de neutrones, que aparecen siempre asociados a los protones (la banca). Lo fundamental, sin embargo, para entender la fuerza de protones y neutrones es que, con una masa u otra y en distintas combinaciones, cuentan siempre con seis quarks (los magistrados, los obispos, la policía, el ejército, los paraísos fiscales y la televisión ). Se sospecha que existen otros quarks todavía no identificados por los científicos.

Pero es que, además, entre las partículas se dan cuatro interacciones básicas: la electromagnética (el poder político con el poder económico), la nuclear débil (la interacción de los humildes con la información y el conocimiento), la nuclear fuerte (el capitalismo depredador con la patronal y la banca) y la interacción gravitatoria (la sociedad civil y una democracia fantasmagórica).

¿Cómo romper la actual simetría entre la fuerza nuclear débil y la fuerza electromagnética? Es obvio que necesitamos urgentemente un bosón de Higgs que transmita masa a las partículas de la fuerza nuclear débil. Es decir, conseguir un modelo estándar que responda, por encima de todo, al principio antrópico.

¿A que se entiende todo?

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